
Y luego está la envidia, que es mala, pero muy abundante. Porque claro, las casas que salen delante de las cámaras no son unas casas cualquiera. Lujo, boato y, sobre todo, metros cuadrados a mansalva. Piscinas de película, últimos avances en domótica y un largo etcétera de ostentaciones que llaman casi tanto la atención como la petulancia de sus dueños (no todos, afortunadamente).
Ocurre que, vista la crisis que vivimos y con la soga al cuello de millones de españoles, este tipo de propuestas se me antojan fuera de lugar. Casi una llamada a la ocupación con fines socialmente terapéuticos.
Arturo Roa
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